12/8/16

Orientación desorientada


En 2008, Colombia votó a favor de la declaración sobre orientación sexual e identidad de género de las Naciones Unidas, iniciativa francesa que condena la violencia, el acoso, la discriminación, la exclusión, la estigmatización y el prejuicio basado en la orientación sexual y la identidad de género.

Nadie se acuerda de esto y no he visto que lo hayan publicado en ningún lado. Lo encontré investigando sobre el tema, a raíz del despelote por la publicación del manual antidiscriminación, elaborado por el Ministerio de Educación y la ONU, y al ver el mar de estupidez en el que estamos viviendo, donde un día se apoya una idea y otro día se condena, obedeciendo a unos intereses mezquinos y donde poco importa el bienestar de los ciudadanos y mucho menos el de los niños.

No se sabe quién ha actuado peor en estos días: los políticos frustrados y moralistas desesperados encargados de desinformar, quienes con sus discursos absurdos, propios del egoísmo y del miedo, solo contribuyen al detrimento del país; el gobierno, que decide abandonar la lucha por una iniciativa que debería considerarse como obligatoria; la Iglesia, que se sigue oponiendo a todo lo que genere un cambio, olvidando la máxima: "No hagas a los demás, lo que no quieres que te hagan a ti"; o nosotros, quienes seguimos creyendo que estos temas solo deben tratarlos otros y no hacemos ni decimos nada al respecto.

Lo único claro de todo esto, es que el caos en el que vivimos nos exige seguir soñando y ser cada vez mejores; promoviendo el cambio en nuestros entornos, pero sobretodo en nosotros mismos.

Lo anterior, es lo único que nos permitirá surgir y es lo mínimo que podemos aportar para la construcción de un futuro incluyente y lógico, que dependerá totalmente, de quienes contamos con las herramientas para hacerlo realidad.

No olvidemos que en tiempos de redes sociales, cuando predicar es más fácil que aplicar, tenemos la responsabilidad de aportar una mirada amplia, propia y distinta, que refleje nuestra libertad, esa libertad que tanto queremos para otros porque nos llama desde adentro.

Las mentes estrechas solo aprietan y nunca darán la talla en la creación de un mundo, en el que la respuesta quizás sea tener la capacidad de ponerse en los zapatos del otro y prestar los propios cuando haga falta.